viernes, 20 de julio de 2012

EL VERDADERO 69






“Yo le di clases a la G 69”, dice la playera que los muchachos me obsequiaron. Yo les di clases, no sé qué clase de clase, pero traté que fuese una clase con Clase. Me cuentan que en los aviones uno puede elegir entre boletos de clase Turista, Ejecutiva y de Primera. El primer día que di clases a los muchachos del G69 supe que ellos habían iniciado un vuelo interior, el vuelo más importante de su vida. De los maestros dependía que ellos viajaran como mochileros, como “moscas” o en un asiento con toda la dignidad del mundo. Pero ¿qué clase de maestro debe tener un alumno para evitar las bolsas de aire? ¿La lumbrera científica que abruma con tanto conocimiento? ¿El “laissez-faire” que es manga ancha en todo? ¿El barco tirando a trasatlántico? ¿El severo? La respuesta, como siempre, está en “El justo medio”. ¡Qué difícil hallarlo!
Fabiola se sentó a mi lado en el convivio y me dijo: “Te agradezco haberme acercado a la filatelia”. Entiendo que Faby no se refiere a los sellos en sí (es muy difícil tener en el desván una pieza única que valga millones de pesos), sino a la posibilidad de encontrar el mundo en cuadritos. Hoy la filatelia está en vías de extinción, pocos son los muchachos que la cultivan. Esto es comprensible, el Internet nos da la posibilidad de acercarnos al mundo a través de la pantalla y pocos tienen la experiencia de recibir una carta desde Singapur con sellos originales de ese país. En aquellos años todo mundo enviaba cartas a todo mundo, de todo el mundo. El club que iniciamos en el Colegio posibilitó que los muchachos hicieran amigos en países de Latinoamérica. En ese tiempo la revista “Mecánica Popular” contenía una sección dedicada especialmente a la filatelia. Nuestro grupo mandó a hacer hojas con membrete, incluyendo la relación de integrantes, y envió una carta a la sección. En dicha carta solicitábamos intercambio de sellos con filatelistas de Estados Unidos de Norteamérica y de Latinoamérica.
Las reuniones con ex alumnos provocan en mí una revoltura envasada en botella de cristal: nostalgia, felicidad, tristeza, desaliento y esperanza. En el instante menos pensado la botella se quiebra y yo me quiebro con ella. Mariana Nuñez Pacheco (niña bonita que ya murió y que, también, fue integrante del Club de Filatelia) me decía: Mr. Keating, comparándome un poco (sólo un poco) con el maestro inspirador de “La Sociedad de los Poetas Muertos”. Sé que cada reunión con ex alumnos alude a la sentencia clásica que Mr. Keating dice a los alumnos de reciente ingreso: “Carpe Diem” (perdón por el latinajo, pero así lo expresa en la película). ¡Vivir el instante, con intensidad! El porvenir es inasible y la vida está tejida con hilo muy frágil. Los del G69 rememoraron a dos de sus compañeros fallecidos: Ileana y Poli. A distancia vi los ojos de María de Lourdes García Díaz llenarse de agua; a ella la vi detrás de algo como una niebla porque mis ojos estaban llenos de esa misma agua.
Uno quisiera que los grupos de ex alumnos estuviesen completos, pero la vida no es así. Siempre hay asientos vacíos. Algunos se avientan desde lo alto del avión sin esperar a que éste llegue a su destino. Destino feliz es el que ahora acompaña a los del G69. ¿Por qué tal número? Porque es el año en que nacieron. Tal vez por esto se les ve la felicidad en el rostro, estuvieron señalados por el número más mencionado por los amados y las amadas. A veces el azar los pone de cabeza, pero ellos saben que así también se disfruta la vida.
“Yo le di clases a la G69”, dice la playera que me obsequiaron. Una tarde de aquellos tiempos compré la más reciente “Mecánica Popular” y con entusiasmo vimos que el columnista había publicado nuestra carta y hecho un elogio bárbaro. Llamó su atención que muchachos de secundaria tuvieran esa iniciativa. Desde ese momento nos llegaron muchas cartas de jóvenes de toda América, querían formar parte del Club y nos pedían decirles el costo de la cuota de ingreso. Lo platicamos y decidimos no darle cauce a este maravilloso hilo. ¡Excedía nuestra intención! Nos quedamos con el grupo así en corto, sin más pretensiones que la de intercambiar sellos con amigos de otras partes del mundo. Pero la tarde en que los muchachos me invitaron a su convivio y Faby me dijo que agradecía haberla acercado a la filatelia, supe que el mejor Club fue el nuestro, así como estos muchachos insisten en que la mejor generación del Colegio Mariano N. Ruiz y de la Preparatoria del Estado ¡es la de ellos!
A veces la botella de cristal se quiebra y yo me quiebro con ella. Tardo muchos días en pegarla de nuevo y no bien está terminada recibo otra invitación de ex alumnos. ¡Dios mío! ¿Cómo se le hace para resistir tanta luz, tanta bendición, tanta hendidura en el corazón? ¿Cómo puede uno dar una clase que se acerque al Justo Medio? ¿Cómo no ser un simple maestro mochilero?
Cuando me despedí, Luis Felipe me obsequió el disco: “Na’rimbo. Chiapas, corazón de la tierra.”, disco en el que él interviene de manera sobresaliente. Al oírlo quité un poco de tierra a mi corazón.
Y cuando el grito surgió: “¡Arriba el G69!”, el clásico bolito dijo: “arriba o abajo, de lo que se trata es que la muchacha lo goce.”