lunes, 16 de julio de 2012

PARA LA ALACENA




I.- ¿Cuál es el animal más bonito de todo el mundo?, preguntó el maestro. Bárbara miraba, desde la ventana, el jardín del Colegio; miraba las chinitas que revoloteaban sobre los árboles, que buscaban gusanos en la tierra. Todos los niños levantaron la mano y comenzaron a decir sus preferencias: ¡Perro! ¡Tortuga! ¡Culebra! ¡Cuyo! ¡Víbora! ¡León!... Bárbara seguía viendo en la ventana. Los niños gritaban: ¡Rana! ¡Sapo! ¡Antílope! ¡Pantera! ¡Iguana!... ¿Y tú qué dices, Barbarita?, preguntó el maestro. Bárbara no oyó, tenía la cara sobre la ventana. El maestro se acercó, en puntillas, mientras los compañeros reían. Bárbara sintió la presencia del maestro y volteó. ¿Entonces?, dijo el maestro, ¿cuál crees que es el animal más bonito? ¡El dinosaurio!, dijo ella, todos sus compañeros se hamaquearon de la risa. Bárbara volvió la mirada hacia la ventana y buscó a las chinitas que buscaban gusanos en la tierra. Mientras el maestro acompañaba a los alumnos en la burla, Bárbara pensó: “¡Pendejos! No han leído a Monterroso”.

II.- Y Dios descansó el séptimo día. Él se acostó en su hamaca celestial, su asistente se acercó y le ofreció una malteada de cuscaneva. ¡Chin, Dios mío!, dijo Dios y se pegó un manotazo en la frente: ¡Olvidé los árboles de cuscaneva! Una pena, porque como todo mundo sabe, la cuscaneva es el fruto que concede la vida eterna.

III.- “Te veo”, dijo María. Mario juega con ella. Juegan “Te veo”. Al tío Sebastián le da mucha risa este juego, porque recuerda que en España la palabra “tebeo” nombra a lo que en México llamamos Historieta o Cómic. “Te veo”, grita María, desde el cuarto, y tío Sebastián se acuerda de Tarzán, de Memín Pingüín, de Los Supermachos y de Tawa. El tío oye las carcajadas y las carreras de Mario y María. El juego, todo mundo lo sabe, consiste en convertirse en lo que el compañero indica. María dice “Armadillo” y Mario corre a esconderse detrás de un mueble, se convierte y luego se arrastra hasta que María termina de contar cien. Entonces ella busca debajo de la cama y cuando ve a Mario convertido en armadillo grita “Te veo” y ambos ríen, porque saben que tendrán su premio. Cuando cumplen diez premios van a la biblioteca y reclaman su premio con el tío Sebastián. Él abre la gaveta y les da dos armadillos disecados. Los niños llevan los animales al árbol de jocote, los amarran a una rama, se toman de las manitas y, al unísono, dicen: “Conviértanse en columpios”. Ya luego, el tío lo sabe, los columpios se convertirán en Juan y Juana, bajarán del árbol y jugarán a “Te veo, tebeo”. Mario y María saben que, algún día, irán a dar al fondo de la gaveta, por esto, ahora, se divierten y disfrutan la lluvia de hojas que cae del árbol mientras ellos se columpian y extienden las piernas como si fuesen alas.

IV.- Carl Jung descubrió que el color más egoísta es el ama-ri-yo.

V.- La mujer olía a café, a café de Chiapas (después del Colombiano, ¡el mejor del mundo!). Ella no era recolectora en las fincas del Soconusco, en realidad ella lo único que hacía era enjuagarse el cabello, todas las mañanas, con champú “Garnier Fructis con cafeína”. Le encantaba el aroma de su cabello al salir del baño, era como si estuviera en una cocina antigua y, en un fogón, comenzara a hervir el agua de la olla. Le encantaba cuando un hombre llegaba a la oficina y, titubeante, sonrojado, suplicaba: “¿Me puedes dar una tacita de tu café?”.

VI.- Siempre que el maestro pasaba lista y llegaba al nombre de “Jacobs Bárbara” sabía que ella, al decir ¡Presente!, le estaba diciendo: ¡Dinosaurio!