jueves, 8 de septiembre de 2016

COMO QUIEN RECOGE NUBES O PIEDRAS




Pepenar objetos es una labor riesgosa. A veces falla el tacto a la hora de identificar los objetos valiosos de los falsos. A veces es preferible cerrar los ojos y confiar en la intuición. Muchos grandes pepenadores de la historia cerraban los ojos para pepenar nubes altísimas, basta como ejemplo los casos de Homero y de Borges.
Alguien tendría que inventar un detector de nubes en el piso. El tío Armando era especialista en detectar nubes en el cielo. No tenía mucho chiste, según yo. Según Romelia, ¡sí!, porque les avisaba cuando iba a llegar una tormenta y ella corría a levantar la ropa colgada en el tendedero.
Tiene tiempo que me dedico a pepenar objetos. Lo hago con la pasión del coleccionista, con la emoción del que reúne objetos para hacer un museo. Lo hago con la experiencia del diletante.
Pero, a veces, me equivoco y me sucede lo que les ocurrió a los súbditos de Moctezuma, que cambiaron oro por cristalitos.
El otro día creí que era una nube color tierra lo que estaba al lado del tronco de un ciprés y, a punto de tomarla, Mariana me gritó que no lo hiciera: era una bola de caca.
Sucede con frecuencia. Por eso, a veces dejo de buscar en el suelo y me concentro en el cielo. Como si fuera maná, de vez en vez, me llegan algunos hilos que sirve para enredar canastos.
El otro día, estaba en mi carro, estacionado. Mientras mi mamá hacía unas compras, me quedé en el carro ¡leyendo! Por el espejo lateral vi que un señor se acercaba. Pensé: “Me pedirá una moneda” y estuve a punto de subir el cristal, pero no lo hice. El señor se paró frente a mí y dijo: “Ya voy a mi casa, ya estoy llegando. Soy como la oveja vieja, si no me duele la pata, me duele la oreja”, y siguió su camino. Lo vi renguear tantito. Pensé que se había acercado sólo para regalarme esta joya del lenguaje. Porque, así lo pensé, sin duda lo que me dijo es como una sentencia popular. En algún momento lo escuchó y ahora lo repite. Lo repite cada vez que se topa con alguien, sólo para decir que ya está cansado y que, en la vejez, si no se padece de una cosa se padece de otra. Pero para decirlo de manera cristalina dice: Soy como la oveja vieja, si no me duele la pata ¡me duele la oreja!
Todo mundo pepena objetos, palabras, vasos de agua, hilos de oro, nubes engarzadas. Hace muchos años, en el Cine Comitán, vi una película del Indio Fernández, uno de los grandes directores del cine mexicano, era una de sus últimas películas, a color. Adentro de una choza, la mujer le dijo a su pareja: . Se me hizo la sentencia más boba del mundo. Pero, luego lo reflexioné y pensé que, a veces, es necesario reafirmar esa individualidad, sobre todo en tiempos de globalización. Ayer, platicando con Manolo acerca del tema de las frases bobas y las luminosas, me dijo que Juan Gabriel, en una canción, escribió: “Tú eres yo”. Algún día reflexionaré en esta sentencia. No está mal, pero tampoco está bien.
Pepenar objetos, sentencias, frases, atardeceres, vasos vacíos ha sido mi afición de los últimos años. Me gusta hacerlo, porque (¡bendito Dios!) no hay necesidad de cargar morrales para guardar esos objetos. Basta con el corazón y con la memoria. Y a pesar de que esta última la tengo endeble, mi corazón suple la carencia.
El otro día, le dije a Miguel que a mi papá le gustaba mucho la canción Vereda Tropical: “Voy por la vereda tropical, la noche plena de quietud…”. Él sonrió y me dijo que una tarde, en Tepito, había escuchado que alguien la cantaba, modificándole la letra: “Voy por la columna vertebral, buscando el hoyo principal…”. Lo vi reír como pocas veces. Acabó el encanto de la canción.
Ya dije que en una ocasión, en vísperas del doce de diciembre, un par de borrachos, a media calle, cantaba lo siguiente, a ritmo de la Guadalupana: “Nos pusimos pedos, nos pusimos pedos, nos pusimos pedos ¡al amanecer!”.
¿En dónde están las nubes más altas? A veces no están en los cielos, a veces están debajo de los puentes, en los parques, en las cantinas, en las aulas universitarias, en la calle, sobre todo, ¡en la calle!
Es bonito ser pepenador. No se necesita bolsa alguna para recoger las nubes. Sólo basta tener cuidado, porque, a veces, en lugar de pepenar una nube de algodón se pepena una nube llena de caca.