lunes, 12 de septiembre de 2016

UN SENTIDO EQUIVOCADO





“¡Tío, tío!” me alertó Sofi. “Vamos en sentido contrario”, dijo y me enseñó el letrero. Sofi y yo caminábamos y de pronto estuvimos frente a este letrero. Una señora que sacaba la basura de su casa nos vio, sonrió y se dirigió a la esquina para depositar ahí la basura.
No, le dije a Sofi, nosotros caminamos bien. Las banquetas, siempre, son de doble sentido. Nunca he conocido una banqueta que indique un solo sentido. Los caminantes podemos caminar de ida y de regreso.
Busqué si había algún agente de vialidad. A veces, están ahí sólo para infraccionar. ¿Por qué ese letrero estaba ahí a mitad de la calle? Sin duda que son varios, o muchos, los automovilistas que infringen la norma. Si el letrero está ahí significa que, con frecuencia, los automovilistas se meten en sentido contrario. Sofi y yo regresamos a la esquina y vi que sí existe un señalamiento adecuado que indica el sentido de la calle. ¿Por qué, entonces, algunos automovilistas insisten en meterse en sentido contrario? Es como un sinsentido.
A veces hay trampas. No era éste el caso, porque busqué la patrulla de vialidad y no la vi. Recordé una práctica perversa que no sé si continúa en Comitán. En la entrada al pueblo, viniendo de San Cristóbal hay dos elementos permanentes: una rotonda (donde está la estatua de Belisario Domínguez) y una patrulla de vialidad. ¿Qué hace esa patrulla? Ah, la respuesta es simple cuando se conoce el truco. Esos agentes están agazapados esperando que un automovilista, en lugar de dar la vuelta completa a la rotonda lo hace al término del bulevar; es decir, esos compas están ahí para multar a automovilistas incautos. El truco consiste en que no hay un solo disco, ¡ni uno solo!, que indique que debe darse la vuelta completa hasta la rotonda. El sentido común indica que podría darse vuelta en el retorno. Esto lo saben muy bien los oficiales de vialidad, por eso están ahí de manera permanente. En cuanto un automovilista “infringe” la ley, los agentes hacen la parada y proceden a multar al incauto. ¡Es un negocio perverso lo que hacen! ¿Por qué no colocan una señal de advertencia? No lo hacen porque se les acaba el negocio.
Lo que sucede en esta calle no es común; es decir, sí, con frecuencia, los automovilistas se meten en sentido contrario, pero no en todas las calles existen letreros con la advertencia de: “Ojo, vas en sentido contrario”.
Sofi y yo seguimos caminando. Ella se limpió con la mano el sudor de la frente y yo le prometí que, en cuanto llegáramos a casa, le ofrecería un helado de chimbo. Ella brincó como corderito.
Mientras caminábamos pensé que, en la vida, deberíamos tener esa clase de advertencias cuando el sentido que toma nuestra vida no es el correcto. Algo como una señal en rojo debería encenderse para obligar a hacer alto total: “Ojo, vas en sentido contrario”. No sería malo, entonces, echar reversa para retomar el sentido correcto de nuestras vidas. Pero, ¡oh, vida mundana!, dichas señales no son tan claras. Hay advertencias, pero, ya trepados en el carro de la vida, no hacemos alto y, a veces, sin darnos cuenta, llegamos al precipicio donde basta un empujoncito para terminar en el fondo del abismo.
La señora salió de nuevo de su casa, cargaba otras dos bolsas de basura. “¿Qué?”, dijo cuando vio que la veía. Lo dijo con cara de llanta de tractor enlodado. Nada dije. Tomé a Sofi de la mano y la apuré a salir de ese barrio. Tal vez el letrero tenía razón y yo debía hacer caso a la recomendación: Andaba en sentido contrario.