lunes, 28 de noviembre de 2016

MUCHOS PLANETAS





Me gustan los plurales. El singular siempre señala a uno. Yo tengo un pez, dice mi sobrina Pau. Jorge dice: Yo tengo peces. Cuando Jorge lo dice no se sabe cuántos peces tiene. Los plurales siempre son indeterminados, pueden ser varios o muchos. Me acerco a la pecera que tiene en su cuarto y veo que Jorge tiene muchos peces, suben y bajan por la pecera como si fuesen muchas hojas de árbol moviéndose al viento. Tengo un peso, dice el pobre. ¡Pobre! Tengo pesos dice el rico, y cuando lo dice uno sabe que pueden ser varios pesos o muchos pesos. Nunca se sabe.
Me gustan los plurales, por indeterminados, pero no los soporto. Yo tuve una abuela y un abuelo, papás de mi mamá. A mi abuelo y abuela paternos no los conocí. Uno murió cuando yo no era anteproyecto de vida y la otra murió cuando yo apenas recién había nacido. Me gustó la vida que me dio el destino. Mis abuelos fueron singulares, por maravillosos y por ser únicos. Tuve una abuela, que se llama Esperanza, y tuve un abuelo, que se llama Enrique. Desde entonces me acostumbré a amar lo singular. Me gustan los plurales, pero los veo de lejos. No sé qué hubiese hecho con dos abuelos y dos abuelas. ¿A quién elegir?
Pau ama a su pez. Jorge está repartido en cariños. Imagino que (la vida es así) muera el pez de Pau, ésta lo llorará mucho, mucho. Cuando se muere un pez en la pecera de Jorge, éste mete la red, saca el cadáver (bueno, bueno, el pescado) y lo tira en el basurero. Tal vez cuando muera el pez de Pau, mi sobrina lo entierre al lado de la buganvilia del patio. Lo llorará. El Principito, del libro de Saint-Exupéry, sólo tiene una rosa en el único planeta que le corresponde. Nosotros los terrícolas sólo contamos con la Tierra. Me resulta incomprensible (pero lo admiro) la obsesión de algunos mortales por poseer muchas casas. En Comitán tengo amigos que acumulan posesiones. No lo entiendo. Sólo habitan una. El pez de Pau es como la rosa de El Principito. El Principito protege con una campana de cristal a su rosa. Me gusta cuando alguien se apropia de algo, en singular. “Me gusta mi casa”. Me agrada más que cuando escucho que alguien dice: “Todas estas casas son mías”. El plural es indeterminado. Como dijera mi abuela: “No tiene llenadero”, porque quien acumula casas, sabe que mientras más casas tenga más poderoso será. Conozco amigos que son felices con “su” casa.
Igual que tuve un solo abuelo y una sola abuela, tuve un solo padre y una sola madre. Y digo esto, porque cuando mi papá murió (lo lloré mucho, lo sigo llorando, así son las ausencias de rotundas) tiempo después alguien deslizó la idea que fulano de tal no veía con malos ojos a mi mamá, pero ésta (no esperaba menos) hizo como que no oyó y siguió caminando con la dignidad que la caracteriza. Mi mamá pensó, sin duda, que ella, igual que yo, era una mujer singular y que sólo tendría un esposo en la vida. No sé qué hubiera hecho con dos padres o con dos madres.
Tengo un amigo que ahora vive con su tercera esposa. Parece que a este amigo le gusta lo plural. A mí me gustan los plurales. Me encanta saber que hay mil modos de ser, que hay mil ideas, que hay mil sueños, pero, como soy hijo único, me place saber que fui el más amado de mi padre y que soy el más amado de mi madre.
Una mañana, el destino me bendijo con dos peces. No dudé. Los coloqué en peceras diferentes.
Cuando veo fotografías del universo (de la parte que la ciencia nos entrega) veo que el universo es plural, tiene millones de millones de galaxias. Tales imágenes me seducen, me apabullan. Hago lo mismo que hice con mis peces, lo mismo que El Principito hizo con su rosa, los separo y los pongo adentro de peceras individuales. ¡Qué bonito entonces es el universo!
No sé qué hubiera hecho con dos padres o con dos madres. Una vez (yo tendría cinco o seis años) mis papás se disgustaron. Mi mamá decidió salir de la casa e ir a la Ciudad de México, donde vivían mis abuelos Enrique y Esperanza. Cuando mi papá vio las maletas en la puerta de la casa, me llamó y me pidió que me quedara con él. ¡Dios mío! ¿Sabían mis papás lo que estaban haciendo? Yo tenía que decidir. Si decidía quedarme con mi papá mi mamá se iría sola (pero si decidía quedarme, tal vez mi mamá ya no se iba, porque no me dejaría); si decidía irme con mi mamá mi papá se quedaría solo (pero si decidía irme, tal vez mi papá haría hasta lo imposible por retenerme). ¿Qué hacer? Con la vista en el piso enladrillado le dije a mi papá que iría con mi mamá. Ya no sé qué hizo mi papá para convencer a mi mamá para que no se fuera (para que no nos fuéramos). Mi mamá desarregló las maletas y nos quedamos en casa y yo tuve para siempre a mi papá y a mi mamá. Y fui la rosa de ellos y ellos me protegieron con una campana de cristal, para que el viento no me tirara los pétalos, para que los gusanos no comieran ni una sola de mis hojas.
Me gustan los plurales, por indeterminados, pero no los soporto.