jueves, 5 de enero de 2017

¿AÚN HAY QUINTOS?



Jorge dice que ya no hay quintos. Los jóvenes ya no usan la palabra. Parece que la menor denominación de nuestra moneda ahora son cincuenta centavos. Antes, en los años setenta, con un quinto podía comprarse un dulce. Un quinto (como su nombre lo indica) era la vigésima parte del peso.
Pero, ahora que lo pienso bien, debo echarme para atrás. Los jóvenes sí usan todavía esta palabra.
El otro día, en el programa de radio Crónicas de Adobe hicimos un homenaje a José Luis González Córdova, destacado intelectual comiteco. Jugamos con uno de sus libros: “Glosario. Habla popular comiteca” y comenzamos a decir algunos modismos que contiene, por ejemplo, encaramar, ayjuela y quinto. Al llegar a la palabra quinto, hallamos dos de sus acepciones: “Moneda de cinco centavos o mujer virgen”. Sí, en mi juventud escuché a un viejo, en una cantina, alardear que se había acostado con una mujer que era virgen, dijo que se había “echado a un quintito” y se relamió como si fuese un toro comiendo sal.
Orhan Pamuk, escritor turco y premio Nobel de literatura, en su novela “El museo de la inocencia” dice que en 1979, en aquellas regiones del mundo: “…la virginidad de las jóvenes seguía siendo un valioso tesoro que había que proteger hasta el matrimonio…”.
Debo decir que en los años setenta, en Comitán imperaba un poco (no sé qué tanto) el mismo pensamiento de los turcos. No puedo meter las manos al fuego ni puedo asegurar algo de lo que no tengo más elementos, porque nunca me atreví a hacer una encuesta, pero entre mis compañeras de primer año de bachillerato (mujeres que ya oscilaban entre los quince y dieciocho años de edad) había una mayoría que era virgen (quinto, diríamos en Comitán). Los desquintes (suena un poco prosaico, pero recordemos que la palabra era muy empleada por los comitecos) se daba a edades mayores. Como ya se dijo, muchas comitecas llegaban vírgenes al matrimonio. Las mamás de las jóvenes de los años setenta recomendaban a sus hijas a conservar el tesorito.
Hoy, de acuerdo con las estadísticas nacionales de salud, un buen porcentaje de chicas comienza a tener actividad sexual cuando aún son estudiantes de secundaria o, las más tardaditas, cuando están en el nivel bachillerato. Los tiempos han cambiado. Han cambiado tanto que, en mis épocas juveniles, los condones se llamaban preservativos y muy pocas parejas hacían uso de ellos.
¿A qué edad los hombres perdían su virginidad? Cuando los jóvenes abandonaban la adolescencia, los amigos mayores o (¡válgame Dios!) los propios padres, muy machos, llevaban a los muchachos al prostíbulo para que tuvieran su primera relación sexual. Una amiga feminista, que siempre ha abogado por la igualdad de derechos, dice que hasta en eso las mujeres han sido relegadas. ¿Por qué -pregunta- a las muchachas nunca nos llevaron a un prostíbulo para perder nuestra virginidad? Yo no sé qué responderle, pero en mi pensamiento retrógrado no cabe la idea de la existencia de tales establecimientos. No logro imaginar que una muchacha bonita pague para que tenga su primer acto sexual. ¿Por qué los hombres sí pagan por sostener relaciones sexuales?
Jorge dice que ya no hay quintos. La primera vez yo lo escuché con cierta inocencia y supuse que sólo se refería a la cuestión económica. Luego caí en la cuenta que también jugaba con la acepción sexual. La edad en que las mujeres sostienen su primera relación ha ido disminuyendo con el paso del tiempo. Lo mismo debe suceder también en las regiones de Pamuk. En casi todo el mundo resulta así.
En zonas indígenas de Chiapas las muchachas, a fines del siglo pasado, seguían llegando vírgenes al matrimonio, pero éste sucedía cuando apenas ellas tenían doce o trece años de edad.
Ya no hay quintos. Es cierto. La moneda de menor denominación es la de cincuenta centavos. ¿Aún hay vírgenes? Ah, no sé. ¡Yo qué voy a saber!