lunes, 9 de enero de 2017

CONCURSO GLORIA TREVI




La Trevi, siempre aTrevida, dijo que la ortografía sólo sirve para joder. García Márquez, en un Congreso en Zacatecas, realizado hace muchos años, aceptó que tenía una ortografía pésima, pero justificó su ignorancia diciendo que sus textos los corregían los correctores de la editorial.
La Trevi dijo lo que dijo cuando muchos le recriminaron haber escrito vamos con b de burro; es decir, a la Trevi no le molesta que le digan que es una burra y la palabra esté escrita con v de vaca.
De vez en vez el debate acerca de la importancia de la ortografía aparece en diversos foros. La cantante no tiene argumentos sólidos para justificar su ignorancia; por eso únicamente tuvo la ocurrencia de decir que la ortografía sólo sirve para joder a los niños.
Cualquier persona con mínimo conocimiento de la biografía de la Trevi ignoraría su comentario pues proviene de una persona con escasa preparación académica; pero dicha opinión tiene el peso de un mujer que es ídolo de miles de jóvenes. Lo que expresan los personajes públicos tiene resonancia en muchas mentes juveniles. Los dioses contemporáneos son falsos, pero muchos fieles se hincan ante ellos y les rinden pleitesía.
Si un joven lee (o escucha) la opinión de la Trevi estará de acuerdo y la incorporará a su propio código moral, ético y profesional.
¿Es un lastre la ortografía? ¿Es sólo un elemento para joder?
Cuando el Premio Nobel de Literatura, en Zacatecas, dijo lo siguiente: “Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna” se puso al nivel de la Trevi. ¿Cómo un escritor de tanto prestigio como Gabo se atrevía a asegurar que la ortografía era algo terrorífico? Sólo hay una explicación: Él era un ignorante que nunca logró domeñar la materia prima esencial del escritor: la palabra. Esto es como si un carpintero ignorara cómo clavar un clavo para que no se vaya torcido. No está de más recordar que la etimología de la palabra ortografía nos indica que orto significa correcto; es decir, la ortografía ayuda a no escribir de manera torcida. El premio Nobel de Literatura era un escritor torcido. Sus textos tenían que ser corregidos por los correctores de la editorial. El día que recibió el máximo galardón debió ser humilde y reconocer que sin la ayuda de los correctores de estilo sus textos serían árboles chuecos.
Hay algo en lo que yo creo: en la memoria visual; es decir, en la capacidad del lector de apropiarse de una buena ortografía con la lectura de textos redactados de manera impecable. Gracias a esos correctores que enderezaron los textos del Gabo, los lectores hallamos escritos de manera correcta y esto permite que aprendamos a escribir con corrección. Cuando una palabra está escrita de manera incorrecta “brinca” de inmediato. Creo en la memoria visual, pero, como todo en la vida, hay excepciones. Gabo fue una excepción. A pesar de que fue un lector más o menos disciplinado no logró aprehender la esencia de la ortografía y era un burro en la aplicación de la norma. Por ello, igual que la Trevi, se aTrevió a expresar que la ortografía era un terror.
A mí me gustan algunos cuentos de Gabo, de igual manera pienso que “Cien años de Soledad”, novela que este año cumple cincuenta de haberse publicado, es una novela magistral. Pero, es sublime, porque ya pasó por las manos del corrector. Un día soñé (fue un sueño demencial) que era amigo de Gabo y éste ponía en mis manos el original de su novela; me sentí halagado, preparé una limonada y me senté en el corredor de la casa a leer ese libro inédito; diez páginas después tomé el manuscrito y se lo devolví diciéndole que corrigiera todos los errores ortográficos y después, si quería, me lo diera. Creo que este sueño lo tuve días después que leí lo que dijo en el Congreso de Zacatecas.
Si de por sí es complicado redactar un texto más o menos entendible, es penoso leer un texto plagado de errores ortográficos. Estos textos son como carreteras llenas de baches y de topes. Llega un instante que, no obstante la belleza del paisaje, el conductor termina enfadándose por tanto escollo.
Tolero que un escritor exprese ideas complejas o incluso absurdas, lo que sí no tolero es que un escritor no domine la ortografía, en términos aceptables. Nadie escribe un texto perfecto, sublime, pero sí es una responsabilidad redactar un texto más o menos limpio, decente, por respeto al lector.
La Trevi ha hecho mucho daño a la juventud. No es el mejor ejemplo de ética. Ahora, qué pena, para justificar su ignorancia se atreve a decir que la ortografía existe sólo para joder a los niños. Bueno, ya un día un escritor que obtuvo el máximo galardón de la literatura a nivel mundial se atrevió a decir que la ortografía era algo terrorífico. ¡Par de ignorantes!