jueves, 9 de febrero de 2017

LETREROS





Romeo dice que le gustaría llevar un letrero en su carro con la leyenda: “No soy yo, es el de atrás”. Con letra grande, bien visible.
Tiene razón. A veces, cuando uno queda en medio de dos autos y el automovilista de atrás se prende al claxon, el conductor que va delante (y que no avanza, por vaya usted a saber qué causa) cree que uno es el que toca y toca.
Un día, Romeo vio la siguiente escena: En la esquina estaba detenida una camioneta grande, con vidrios polarizados; detrás estaba un Volkswagen sedán y más atrás un taxista. Éste se desesperó porque el de la camioneta grande no avanzaba y se prendió al claxon, con tal insistencia que parecía chofer de ambulancia con urgencia. El conductor de la camioneta, en lugar de avanzar, abrió la puerta y se bajó a encarar al del vochito. El señor del vochito, con el miedo embarrado en su cara, sólo alcanzó a señalar, con su mano izquierda, al carro de atrás. El hombre (por fortuna) entendió que el de atrás era el escandaloso. El taxista, al ver el coraje del hombre de la camioneta grande, puso reversa y, como si estuviera en Le Mans, aceleró hasta quedar a mitad de la calle. El hombre se guardó su coraje, regresó a su camioneta, se subió y arrancó. El conductor del vochito avanzó tantito y se orilló a la banqueta de la derecha. Estaba pálido. Colocó ambas manos en el volante y apoyó su cabeza. Se quedó así por un tiempo larguísimo. Todos los que vieron la escena supieron que la historia pudo terminar en tragedia y si el hombre de la camioneta grande no hubiese actuado con prudencia pudo bajar a golpes al chofer del vochito que no tenía culpa.
Rocío, hermana de Romeo, dice que hay playeras que tienen letreros que van en ese sentido, pero faltan letreros para defenderse de los abusivos. Cuenta que su sobrino Armandito agradecería mucho un letrero en playera que dijera: “No acercarse, por favor, tengo lepra”. Y dice que esto sería porque su sobrino es uno de los niños más hermosos de la región y todo mundo femenino se acerca y lo besa. Aborrece, sobre todo, el beso de una maestra de la escuela primaria donde estudia, dice que la maestra se rasura y cuando le da el beso siente lo rasposo como si fuera un pedazo de lija.
Romeo dice que los letreros deberían ser en un tono muy decente, porque cuando alguien dice, por ejemplo: “¡Ay, qué gorda estás!”, siempre suena muy agresivo. Ante la ofensa se impone la decencia. “Gracias por admirarme, soy una de las modelos de Botero”. Ante este letrero, los malintencionados no tendrían otra alternativa más que tragarse sus comentarios abusivos, porque, quien está gorda, no necesita que alguien diga algo respecto a su físico. Lo mismo sucede con los delgados. Y esto es así, porque toda persona sabe que, igual que cualquier gente, los gordos, flacos, pelones y peludos tienen espejos en sus casas y se ven en ellos a diario.
¿Qué sucede con las bellas que a diario escuchan piropos estilo albañil? Rocío dice que ahí los letreros no funcionarían, porque muchos albañiles malcriados no saben leer, pero para quienes sí saben leer, Romeo dice que el letrero en la playera que funcionaría a las mil maravillas sería el siguiente: “Sí, soy la de rojo, pero no cojo”. ¿Y la decencia, dónde quedó? Ah, dice Romeo, según el sapo es la pedrada. Los piropos de albañiles son mil veces más ofensivos.
Los letreros (se advierte) representarían escudos ante eventualidades peligrosas (como la de los autos o como cuando alguien pide dinero prestado) o banales, como cuando alguien dice: “¿Es cierto que estuviste en los quince de Rubí?”.
Rocío sostiene que el letrero que hay en las tiendas evita muchos malos entendidos: “Hoy no se fía, mañana sí”. Dice que todo mundo debería llevar un letrero similar para evitar a los amigos que sólo nos buscan cuando necesitan dinero. ¿Cómo sería este letrero? Algo que, más o menos, dijera: “Yo también soy un damnificado del huracán gasolinazo” o “Vos, ¿me prestarías a tu hermana? ¿Sí? ¡Yo no!”.