martes, 7 de febrero de 2017

POR UNA CONVIVENCIA DIGNA




Marco Antonio estaba en un café cuando dibujó este croquis. Se nota que, en lugar de usar la servilleta para secarse los labios, la usó para hacer un dibujo.
Las servilletas, por lo regular, después que se usan ¡se tiran! Hay excepciones. Picasso tomaba las servilletas del restaurante Maxim’s, en París, y dibujaba sobre ellas. Esas servilletas, se entiende, no eran de papel, sino de tela. Por ahí, en algún museo, debe haber alguna servilleta de Picasso.
Esta servilleta de Marco Antonio no se compara con las de Picasso. Es una sencilla servilleta de papel que no aspira a estar en algún museo de arte, pero (ojalá) algún día puede estar en el museo de la historia comiteca.
Este dibujo (me gusta pensarlo así) será histórico. Porque es la propuesta para que dos calles del centro de Comitán se hagan peatonales. Y digo que será histórico porque su idea y propuesta son necesarias para que la convivencia de los comitecos tenga dignidad.
Un día, María del Rosario Bonifaz me dijo que la recuperación del centro no era para los turistas, era ¡para los comitecos!
Esta propuesta de Marco Antonio tampoco es para que nuestro pueblo mágico dé una cara bonita al turismo. ¡No! Es para que la gente de acá pueda vivir en armonía. Ya de pasada, por supuesto, el hecho de que en esas calles la gente pueda caminar de manera tranquila, ayudará a que los turistas gocen este maravilloso pueblo, de igual manera que lo harán los peatones comitecos.
No creo que Marco Antonio haya estado con alguien cuando hizo este croquis, cuando quiso dar forma a su idea. Imagino que estaba solo, que tomaba un café y, de pronto, comenzó a plasmar sobre una servilleta su propuesta. Una propuesta que recoge el anhelo de muchos ciudadanos.
Claro, como es una idea a vuela pluma, la propuesta deberá ser apuntalada por gente experta: ambientalistas, urbanistas, juristas; y por la gente que vive el entorno: los boleros, los vecinos, los comerciantes, automovilistas y, sobre todo, peatones (que somos todos).
¿Cómo hacer que algunas calles del centro se conviertan en espacios para la convivencia familiar sin afectar, por ejemplo, los espacios destinados para los automovilistas con alguna discapacidad? ¿En dónde destinar un espacio para el estacionamiento de camiones de turistas que nos visitan? ¿Cómo dejar libres los espacios para los estacionamientos que sirven (y servirán) para los automovilistas que visitan el centro?
El licenciado Segundo Guillén, accionista de una importante línea de autobuses urbanos, dijo, en una ocasión que participó en un programa de radio, que ellos están dispuestos a que los urbanos no pasen por el centro, siempre y cuando exista un plan integral que beneficie a la colectividad.
Pienso que lo dicho por el licenciado Guillén es el punto medular para llevar a cabo la idea de Marco Antonio: se necesita la buena voluntad de todos los involucrados. Es necesario que alguien, con conocimiento, explique a los comerciantes de la zona, las bondades de peatonalizar las calles del centro.
Porque, la propuesta de Marco Antonio está basada en un acto noble, sin dobleces, ni torceduras. La idea del contador Moya no persigue mayor fin que las familias caminen con tranquilidad; que los niños no corran peligro de ser atropellados a la hora que juegan cerca de la fuente; que los ancianos asistentes al templo caminen sin apuros y que ese espacio sea como el atrio natural de la iglesia de nuestro santo patrono.
¿Cómo hacerle con el servicio de limpia? ¿Cómo los proveedores de cerveza, por ejemplo, pueden surtir el producto a los bares de la zona? ¿Cómo convencer a esos automovilistas que van a comprar tortillas y se estacionan justo al frente de la tortillería, porque no toleran caminar dos pasos? Son muchos puntos finos que deben analizarse y darles solución; pero esto, como dijera el padre Carlos, es “peccata minuta”, que puede subsanarse siempre y cuando impere el ideal de hacer de nuestra ciudad, como muchos expresan, una ciudad donde el peatón sea primero.
Se necesita la colaboración decidida de la autoridad. El presidente municipal debe, a través de sus colaboradores expertos, abonar a favor de esta demanda que piensa en el Comitán del futuro. ¿Qué deseamos para Comitán? ¿Los amontonamientos de autos en el corazón de la ciudad o el armonioso fluir de los pasos tranquilos? ¿La contaminación ambiental generada por decenas de autos que avanzan penosamente o el aire incontaminado del vuelo de los pájaros y de los pasos de los muchachitos al correr?
El arquitecto Roberto Trujillo, director de desarrollo urbano, y el arquitecto Luis Javier Flores, director de IMPLAN, deben analizar la viabilidad de esta propuesta. Ambos son comitecos de raigambre y aman a su pueblo. Saben que Comitán es para siempre y no para el tiempo que dura una administración.
Una tarde me topé con el contador Moya a media cuadra del parque central, lo felicité y dije que apoyaba su propuesta. Ahora, en este espacio, reafirmo mi apoyo.
Cientos de pueblos y ciudades en el mundo están recuperando sus espacios. No podemos seguir rindiéndonos ante el automóvil. ¡Recuperemos el bienestar que siempre caracterizó a nuestro Comitán! Vayamos haciéndolo poco a poco. Comencemos con hacer peatonal la calle del templo. Ganaremos mucho con ello. ¡Todos!
Este croquis será histórico. Basta impulsar la idea para que se haga realidad. Y esta realidad hará que vivamos con dignidad.
Será maravilloso constatar cómo una sencilla servilleta siembra una esperanza y ésta fructifica.
Si algún lector llegó al final de este textillo y apoya la propuesta del contador Moya, bien puede darle un like.