domingo, 23 de abril de 2017

ANOCHE MATARON A MI NAHUAL - NOVELA DE ORNÁN GÓMEZ



El escritor Ornán Gómez me invitó a presentar su novela “Anoche mataron a mi nahual”. Paso copia del textillo que leí la tarde del 21 de abril.
Buenas tardes.
¿Me permiten que inicie con una pregunta? Bueno, con dos, porque la primera ya la hice y asumo que sí me dan permiso. Pregunto: ¿Qué novela nos entrega Ornán? Una que, ya todo mundo sabe, se llama “Anoche mataron a mi nahual” y que recibió el premio internacional de novela breve Marco Aurelio Carballo 2016. Estos son datos, digamos bibliográficos, que acompañan un libro. Una novela siempre es más que el título. Por ello, perdón, insisto en la pregunta: ¿Qué novela nos entrega Ornán? La respuesta es sencilla: Nos lega una novela que el sentido común y el saber milenario exigen a los escritores chiapanecos contemporáneos: escribir acerca de las cosas de este pueblo.
Ornán cuenta una historia que sólo él pudo contarla. Gabriel Martín, en texto introductorio, dice que nuestro autor “ha vivido en carne propia la magia que nos comparte”; es decir, Ornán, con respeto, nos entrega los saberes y los conocimientos que ha pepenado en los caminos que su profesión le imponen. ¿Recuerdan que hay un lápiz que se llama bicolor? Son lápices muy bellos, porque sirven para delinear con tinta azul y con tinta roja. ¡Ah, qué prodigio! A Ornán lo veo como un bicreador, se mueve en el mundo por caminos donde caminan los maestros de aula y por caminos donde el aula es el maestro.
Cuando conocí a Ornán me conmovió saber que había impulsado la edición de un libro llamado “En busca de la palabra”, que reunía textos escritos por estudiantes de escuelas rurales. Además de la propuesta generosa había algo que parecía confirmar el destino que ya había moldeado en su espíritu: él era, ¡es!, un buscador de palabras, un eterno pepenador de esas piedrecillas que la mayoría usa para rezar, para cantar, para invocar, para decir te quiero o para proferir amenazas o maldiciones. Sí, Ornán ha contado que, de niño, se maravillaba ante la lectura que su abuelo hacía de los textos bíblicos. Su vocación no la ha modificado: Sigue maravillándose ante el deslumbre de las palabras. Por eso es un lector apasionado, por eso, más que hablar, escucha. Como buen pepenador deja que los contenedores se colmen y rebosen. Él recoge todas las palabras que caen al suelo y las que, como polluelos, intentan levantar el vuelo.
Pregunté: ¿Qué novela nos entrega Ornán? Una novela que confirma su responsabilidad histórica. Ha recibido un legado, en su trabajo, en su caminar. Lo ha recibido como un don y lo ha calentado, como brasa, en su corazón y luego ¡nos lo ha devuelto! Ya decantado, ya burilado, ya pulido, para decirnos que la palabra es el agua del pozo donde todos, sedientos, podemos calmar la sed.
Gabriel Martín sabe lo que dice: Ornán “ha vivido en carne propia lo que nos comparte”. Porque, parece, Ornán vive cada una de las palabras que llegan a su parcela, por eso, las consiente, por eso, con un cayado, abre huecos y las siembra, y las riega, y las desbroza y las abre como frutos cuando están maduras y nos las comparte. Porque Ornán, aparte de sembrador, también es un árbol que se ofrece a manos llenas.
¿Qué novela nos entrega Ornán? Una novela que habla de lo nuestro, de lo que está frente a nosotros, pero que no alcanzamos a ver. Y no vemos, porque somos incapaces o porque sabemos que él, Ornán, está ahí para ponernos ese tesoro frente a nuestra frente.
¿Qué nos lega Ornán? Nuestras propias palabras, pero limpias, decantadas, cantadas. En su trabajo, Ornán nos recuerda un principio ético: los escritores chiapanecos deben escribir de Chiapas y de las cosas que saben. No es fácil. Es complejo vencer la eterna tentación de intentar escribir de culturas que se antojan más chic. Mas debemos reconocer que venimos de la tradición. Los escritores chiapanecos deben retomar ese cántaro lleno de agua clara y deben agregarle el toque que, cualquier chef internacional, le daría a un platillo regional. Se trata, perdón, de agregarle altura al guiso, de añadirle el agregado gourmet. Ornán está en ese camino.
Termino con la insistente pregunta: ¿Qué novela nos entrega Ornán? Ahora que ustedes la lean podrán dar su propia respuesta, que es una respuesta para todo acto de vida: ¿Qué vida estamos modelando para la vida?