sábado, 1 de abril de 2017

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA CÓMO UN SEGUNDO NUNCA SERÁ TERCERO




Querida Mariana: Un comentarista de fútbol soccer dice que el último minuto del partido también tiene ¡sesenta segundos! Con lo cual da a entender que, como dice otro comentarista: El partido se acaba ¡hasta que se acaba!, lo que significa que el gol de empate o de gane puede “caer” un segundo antes de que el árbitro pite el final.
Esto que pareciera intrascendente es de gran relevancia, nos explica que en nuestra medición de tiempo, no hay instante más definitorio que ¡el segundo!
Los seres humanos estamos condicionados, desde la escuela, a procurar ser los primeros. En una película mexicana alguien pregunta quién fue el primer terrícola que caminó en la luna. Un alumno levanta la mano y dice: “Neil Armstrong”; luego el maestro pregunta quién fue el segundo hombre que pisó la luna. Nadie dice algo. El maestro, entonces, dice lo que dice todo mundo: Sólo nos acordamos de los primeros y no de los segundos.
No siempre es así. Hay ocasiones relevantes en que no solo los primeros son los importantes sino los últimos. En la olimpiada del 68, que se efectuó en nuestro país, sucedió algo maravilloso. Los aficionados recuerdan que, en la prueba de maratón, Mamo Wolde ganó el primer lugar. Pero, asimismo, todo mundo recuerda al último lugar de la competencia, el maratonista de Tanzania, Akhwari. Sí, niña, el último lugar, porque su historia es una historia que hizo llorar a la tercera parte de los aficionados que esperaron la llegada de este corredor. El tal Akhawari se lesionó en algún momento de la competencia, pero jamás se rindió, rengueando, arrastrando un pie, continuó. A pesar de que sabía que todos ya habían llegado a la meta, él no se rindió. Esta historia me gusta, porque deja de lado la batalla cruel del primer lugar a la que nos aleccionan desde la educación primaria. Los compas que siempre sacan 7 u 8 jamás aparecen en el cuadro de honor. La escuela es una competencia feroz, donde los aplicaditos, los que siempre obtienen diez, son los que se llevan los reconocimientos, los que (se supone) terminarán siendo los mejores hombres y mujeres en las industrias. Pero la vida es maravillosa y no respeta tales medidas. La naturaleza (sabia por excelencia) no hace distingo alguno. La naturaleza reconoce todas las diferencias. Tan bella la más apantallante orquídea como la más modesta margarita. La naturaleza nos enseña que cada elemento del universo tiene características únicas.
El padre Carlos siempre dijo que cada ser humano es único. ¿Podés imaginar ese prodigio? En toda la historia del universo (digo del universo, no sólo del mundo) no ha habido una muchacha bonita como vos, ni la habrá. La única Mariana, hilo de agua fresca, ¡sos vos! Y ahora sí, como dijera el cantautor cubano Silvio Rodríguez, bendigo que en medio de “tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio” vos y yo hemos coincidido. Y hemos coincidido en la más modesta línea donde nadie busca ser número uno.
Mi papá siempre me decía que no importaba que yo fuera bolero, pero que debía ser el mejor bolero. Esto que, en principio, parecía alentar la competencia, lo que hacía es recordarme que la esencia de la vida es el Ser.
Akhawari fue el último en llegar al estadio, el último en cruzar la meta, pero miles de aficionados lo esperaron para ovacionarlo, porque él no se traicionó. Durante muchos años se preparó para ese día, se preparó para cruzar la meta. ¡Lo logró!
Todo esto sale porque a veces pienso en nuestro pueblo. A veces escucho (sí, todavía sigo oyendo la monserga) que San Cristóbal nos gana en tal o cual situación. Acá (¿lo ves?) hay una carga simbólica de competencia. Hay comitecos que, en lugar de privilegiar las bondades de nuestro pueblo, coloca a Comitán en una competencia que, se sabe de antemano, perderá. Perderá porque las fortalezas de San Cristóbal son otras. ¿Qué necesidad de andar comparando ambos pueblos, cuando ambos pueblos tienen riquezas únicas y auténticas que no admiten comparación?
En mercadotecnia se emplea el término de posicionamiento; es decir, el lugar que ocupa una determinada marca comercial en la mente del consumidor. La venta de nuestro pueblo tendría que ponderar sus virtudes (que son muchas y de gran valor). He visto que muchos paisanos ponderan el templo de San José, dicen que es un templo neogótico (quién sabe qué significa esto). Si a alguien se le ocurriera comparar a San José, de Comitán, con el templo de Santo Domingo, en San Cristóbal, nuestro templo quedaría en segundo plano. Pero, de igual manera, si el templo de Santo Domingo se compara con el templo de Santa María, en Tonantzintla, la mera verdad es que el chiapaneco queda en segundo plano. Pero, asimismo, si el de Tonantzintla se compara con la Capilla Sixtina. ¡Ah! Sé que estás pensando que ya es mucha bobera lo que digo. ¿Verdad que sí? Pues esto es lo que ocurre con la competencia. La carrera por obtener el primer lugar es desgastante e inútil.
Pareciera que lo importante en la vida es reconocer las capacidades únicas que poseemos e incrementarlas en beneficio personal y de la sociedad. Si esto lo llevamos a los pueblos vemos que cada pueblo del mundo tiene sus propias características que debe preservar. El fomento de las tradiciones no puede ser una moneda para vender al turista, el fomento debe ser para el enriquecimiento cultural del pueblo. La cultura no se hace para atraer turismo, se realiza como un acto cotidiano que enriquece el espíritu de quienes viven en un determinado espacio. Y acá es donde las competencias se resquebrajan por sí mismas. ¿Qué es más sabroso: el agua de temperante, de Comitán, o la cervecita dulce, de San Cristóbal? Es una bobera tratar de asignar valores a esencias diversas y únicas. La vida no puede ser una competencia deportiva permanente.
Hay muchos hombres y mujeres que fueron niños de diez en el colegio que, en la vida, el diez se les ha escapado y, por el contrario, compas que fueron de media tabla, que presentaron exámenes extraordinarios son, ahora, exitosos en sus actividades. Es decir, en la vida real, la calificación de diez del colegio no tiene gran relevancia. De ahí pues que la competencia escolar suena como una irreverente tontería. Los expertos en educación sostienen que el cometido de la educación debe ser que el educando potencialice sus capacidades; es decir, ¡que sea! Que sea sin necesidad de compararse con otros, porque en la comparación está la desventaja.
Comitán es un pueblo único (único en el mundo, único en el universo). Igual que vos, jamás ha existido un pueblo similar, ni existe, ni existirá. ¿Entonces qué debemos hacer para que nuestra ciudad no pierda esa riqueza? Preservar lo nuestro, sentirnos orgullosos de nuestro modo de ser. Comitán es fruto de la siembra buena que han hecho miles y miles de comitecos que nos han precedido.
¿Quién se acuerda del segundo? Parece que nadie. Todo mundo se acuerda del primero. Esto es así porque vivimos en una sociedad que nos impulsa a la competencia permanente. Esta competencia nos despoja de nuestro ser, nos resta nuestro potencial. El que compite (ya lo dijeron los sabios) siempre está comparándose con otro.
En Comitán debemos cambiar paradigmas, debemos valorar el segundo; es decir, esa partícula mínima del tiempo que es la que otorga la medida de nuestro paso por la vida. Comitán (decimos) es una ciudad hecha a través de los siglos. Esta medida todo lo vuelve magno, lo engrandece. En realidad, los pueblos están formados por millones de segundos, porque un segundo es lo que define la vida. ¿Has pensado cómo los cambios más relevantes de la vida se dan de un segundo a otro? Un segundo (no más) fue el conecte del espermatozoide de tu papá con el óvulo de tu mamá; un segundo fue el momento en que vos saliste del vientre de tu madre; un segundo es la vida; un segundo es la muerte. No más. Todo está hecho por segundos.

Posdata: En mercadotecnia, cuando alguien ya se posicionó del primer lugar, es desgastante competir contra él. En la mente de millones y millones de consumidores aparece la imagen de Coca Cola, primerísimo lugar en ventas de refrescos. ¿Quién compite contra este monstruo comercial? ¡Nadie! Quien lo intenta, intenta una hazaña inalcanzable. ¿Qué hacer entonces? Publicitar los productos privilegiando las bondades que no contiene aquél. La Coca (todo mundo lo sabe) es un refresco que daña el organismo. Si alguien vende un producto cuyo consumo sea sano, todas las personas que deseen consumir productos naturales que beneficien su organismo (cada vez son más, gracias a Dios) lo colocarán, sin mayor problema, en el primer lugar en sus mentes.
¿Quién es la muchacha comiteca más bonita? ¡Todas! Cada comiteca debe valorarse así y cada pareja debe apreciarlo de esa manera. Si no es así, el ser no es. ¿Quién es el mejor músico? Todos los músicos deben considerarse así y, segundo a segundo, abonar para que tal hazaña siga siendo.
Antes se empleaba mucho el término asegundar. Este término significaba que era el último llamado para misa. Asegundar es repetir un acto. En Comitán debemos asegundar, hacer que cada segundo sea una reiteración del primero. Nuestro sueño es que Comitán sea, solamente eso, que siga siendo lo que fue y debe ser: El pueblo más hermoso del universo.