martes, 23 de mayo de 2017

CARTA A MARIANA, DONDE APARECE UNA TUXTLA NO TAN CHATA




Querida Mariana: Romeo dijo que San Cristóbal es más bonita que Comitán. Hablaba de la ciudad, de las ciudades. Marcos quedó callado. Ni falta decir que Marcos es comiteco y Romeo de San Cristóbal. El silencio de Marcos parecía aceptar que la ciudad de Romeo es más bonita que Comitán. Romeo, quien esperaba una respuesta aireada, olvidó su inicial gesto de arrogancia. Como si estuviese en una batalla, al ver caído al contrario, tuvo un gesto de misericordia y no soltó el tiro de gracia. No deseaba matar al enemigo, verlo abrumado satisfacía su poderío. Pero, oh, ironía, Marcos pareció resucitar de sus cenizas y se hizo casi gigante, y desde su altura dijo: “París es más bonita que tu pueblo”. Romeo se removió y contratacó: “Yo digo de ciudades chiapanecas. Claro que París es más bonita que San Cristóbal”. ¡Lo había dicho!, pensó Marcos. Lo que Romeo dijera de ahí en adelante ya no tenía valor alguno. Romeo había aceptado que París era más bonita que San Cristóbal. Marcos pensó que era como si alguien se ufanara de ser la mujer más bonita del mundo, pero aceptara que había alguien más que era la mujer más bonita ¡del universo!
Igual que Marcos, vos, y miles de comitecos, amo a mi pueblo, pero eso no me impide reconocer que San Cristóbal es una ciudad muy bella. Sostienen que las comparaciones son nefastas, pero ¿cómo establecer un criterio estético si no es a través de ellas? ¿Cómo admirar a los grandes pintores si no es contrastándolos con los mediocres?
Si entro al templo de Santo Domingo, en San Cristóbal, digo que en Comitán no hay un templo que se asemeje a aquél. Claro, si el espíritu combativo de Marcos me posee y comparo a Santo Domingo, de San Cristóbal, con el templo de Tonantzintla, Puebla, llego a la conclusión que la iglesia coleta no le llega ni a los talones.
Los coletos defienden su ciudad; los comitecos defendemos nuestra ciudad; los tuxtlecos hacen lo mismo. Los conejos, en medio del calor, limpiándose la frente con un pañuelo de tela, sostienen que aman su ciudad capital y esta última palabra la remarcan como para aclarar que ahí están concentrados los poderes. En el mundo de todos los días no hay algo mejor que el poder.
Ah, pero, entonces, los comitecos y coletos protestan: si Tuxtla es la capital política, entonces San Cristóbal y Comitán se disputan el título de capital cultural de Chiapas. Ahí sí nada pueden decir los conejos, aunque en el fondo se sepa que, como el poder es el poder, los actos más relevantes de la cultura se efectúan en la capital del estado y eso de capital cultural es un mero paliativo que el centralismo deja que se disputen los cositías y los coletos. Total, lo importante es poseer el poder político y no el remiendo de los trajes históricos que es la cultura.
Eso de capital cultural es una gran chaqueta mental. Ningún pueblo del mundo puede ostentar tal título. La cultura es un bagaje natural de los pueblos y cada uno tiene su propio caudal intangible, inmensurable.
Siempre digo a mis amigos y conocidos que Comitán es una ciudad única. Si la comparo con San Cristóbal digo que mi pueblo es más tranquilo. En los últimos años, aquella ciudad se ha convertido en un hervidero de gente, como si fuese un bolcojosh lleno de arrieras. Comitán, aún, conserva una armonía que es como un té de menta para el espíritu.
Vos sabés que no me gusta viajar. Soy feliz en mi pueblo, acá encuentro todo lo que busco, lo que necesito. Procuro ser turista en mi propio pueblo y lo camino y así aprendo a amarlo, a respetarlo. Pero, a veces, no me queda de otra y debo viajar. Si me toca ir a San Cristóbal lo hago con gran gusto. En esa ciudad nació mi papá y él me enseñó a amarla. Pero (perdón, por la franqueza) si me toca viajar a Tuxtla trato de esquivar el viaje. Salvo los tuxtlecos que aman a su ciudad capital (y está muy bien que así sea) nadie de fuera puede decir que Tuxtla sea una ciudad bella, más bien es una ciudad chata, plana, como Rosario Castellanos dijo.
A mí me enerva el calor. No lo soporto. Cuando viajo a Tuxtla procuro tardar lo menos posible. El otro día debí viajar a Tuxtla por un imperativo moral. El motivo, difícil de por sí, se acrecentó por la temporada inclemente de altas temperaturas. Pero, por la gracia divina, la breve estancia de un día y una noche me enseñó un rostro desconocido de Tuxtla. Me tocó estar en una habitación de séptimo piso de un hotel: el Holiday Inn Exprés (muy recomendable). A las seis y feria me acerqué a la ventana y vi lo que acá comparto. Una vista excepcional. Claro, esta vista no se logra ver más que a determinada hora y en un lugar de privilegio. Yo tuve ambas posibilidades. Tuxtla es bellísima, desde un séptimo piso, a las seis y feria de la mañana, en el mes de mayo, de un día glorioso. Si querés vivir esta experiencia, debés pedir la habitación 704, de dicho hotel (y que conste que no recibo porcentaje por el comercial).
Posdata: ¿Son bellos los amaneceres en San Cristóbal? No sé. ¿Quién, con ese frío, se levanta en la madrugada? ¿Son bellos los amaneceres en Comitán? Sí, son casi tan bellos como los amaneceres de Tuxtla.