sábado, 6 de mayo de 2017

CARTA A MARIANA, DONDE SE HABLA DE LA NOBLEZA DE COMITÁN




Querida Mariana: A mí no me gusta tratar a las personas por su apodo. Entiendo que el gran poeta Enoch Cancino Casahonda dijo que el apodo de Chiapa de Corzo era cruel y el de Comitán era ingenioso, pero algunos de los apodos comitecos se me hacen más de Chiapa de Corzo que de esta tierra. Y digo esto porque muchos apodos se basan en defectos físicos y ello es cruel. Pero cuando El Ventarrón me dice que no le diga su nombre porque nadie lo conocerá y casi exige que le diga Ventarrón, pues hago caso. Lo mismo sucede con su amigo El avión. Ambos se sienten chentos con su apodo. Pues sí, uno entiende que dichos apodos no son ofensivos. El actual presidente municipal de Comitán promueve su mote. En el pueblo, la gente lo conoce más por su mote de Señor Fox que por su nombre. ¡Cómo no! Le da caché esa mezcla de español y de inglés. ¿Cómo sonaría Míster Zorro? Tal vez ya no le gustara tanto.
El otro día, en la radio, el maestro Cuauhtémoc Alcázar (que nunca ha querido revelar su apodo, pero que debe tenerlo, como medio Comitán) contó que a un don Antonio le dicen Antonio México, porque en tiempos en que no todo mundo viajaba a la ciudad de México, él fue en una ocasión y cuando regresó a Comitán, con medio mundo decía: “Ah, pues yo en México”. ¡Cabal, le clavaron Antonio México! Otro mote que no es ofensivo, al contrario.
Digo esto porque, el otro día, Carlitos Rojas (columnista político y quien acaba de celebrar su cumpleaños) me lanzó la bolita en el Facebook diciendo que si sabía por qué a una señora le decían Doña Dios se lo pague. Yo, en son de broma, le dije como Fox decía, ¿Y yo por qué? (Vicente Fox, no el de acá). No, le dije a Carlitos, no tengo idea de porqué a tal señora le dicen así. Sé quién es la señora, medio mundo de Comitán sabe que es una señora que regenteaba un burdel. Pero, creo que el mote tiene el mismo origen del apodo de Tono México. ¿Por qué a este señor le pusieron ese mote? Porque a cada rato decía: “Ah, pues yo en México tal cosa”. Creo que a Doña Dios se lo pague le pusieron ese apodo porque debe ser costumbre de ella agradecer cualquier cosa diciendo: “Dios se lo pague”. Mucha gente usa esta expresión, tal vez ella lo usa a cada rato. Por eso le clavaron (sin albur) el mote de Doña Dios se lo pague.
Llama mi atención que, en medio del apodo, aún existe el respeto. Nadie conoce a esta señora como La Dios se lo pague, ¡no, no! En Comitán la conocen como doña, un poco como si fuese la María Félix de Comitán, o cuando menos la doña de las prostitutas, que habrá que decirlo eran prostitutas no muy finas, eran como el personaje que representó Carmen Salinas en la película Bellas de noche, cuyo mote era “La corcholata”, porque se aparecía cada vez que abrían una botella de alcohol.
En el cine mexicano hay artistas que han rebasado su nombre y son recordados por sus apodos. ¿Quién puede olvidar a la famosa “La Venada”, de la película “Viento Negro”? Ya te conté que muchos niños de la Matías de Córdova, en los años sesenta, asistimos a una matiné organizada por la Sociedad de Padres de Familia, en el cine Comitán, y Jorge Saborío, el proyeccionista, creyó que esa película era apropiada para chiquitíos. ¡Padre eterno! Cuando La Venada se metió debajo de la regadera y todos vimos los pechos generosos de la mujer, en la sala se hizo el silencio más rotundo de todos los silencios. Bueno, se hizo el silencio después de un ¡ah! de sorpresa y de risas contenidas de las compañeritas. De igual manera nadie puede olvidar el apodo que, en la misma película, tuvo el gran actor David Reynoso. Su apodo es el de Mayor. Cuando alguien preguntó por qué le decían así, el otro dijo que no lo dijera en voz alta, porque a don David no le gustaba que le dijeran así, porque el origen era que le decían “El mayor hijo de la chingada”. Los niños de siete u ocho años recibimos una gran lección de apodos esa mañana en el cine Comitán. Nunca olvidamos los pechos hermosos de La Venada, aunque sí olvidamos su nombre de actriz (Marianela Peña).
La fama de Comitán como un pueblo poneapodos no es gratuita, pero sí existe ese rasgo cultural que mencionó Enoch Cancino Casahonda (el poeta del famoso Canto a Chiapas). Hay ingenio. En la primaria fui compañero de Lalo, quien ahora radica en el estado de Veracruz y es un médico exitoso. (Tal vez, digo que tal vez, él estuvo en el cine Comitán cuando nos exhibieron “Viento negro”). Resulta que Lalo era un niño bonito. En una fotografía de grupo, en el patio de la escuela, él sobresale de todos los demás niños, porque su mamá (esa mañana) le puso una chamarra negra bellísima. Su cabello, dorado como pelo de elote tierno, cae generoso sobre la borrega de la chamarra. ¿Sabés cómo le decíamos de apodo? ¡Lalo, el hermoso! Ah, pucha. ¿Quién puede enojarse ante tal mote? ¿Cómo fue el origen? En clase de historia universal, el maestro sacó el libro y todos leímos que Felipe IV de Francia era llamado por la plebe Felipe, el hermoso. Lalo se acercó a Romeo y en voz baja (que escuchó todo el grupo) dijo: “Yo no soy Felipe, pero soy hermoso”, un poco como el famoso galán del cine mexicano, Mauricio Garcés, que cantaba: “Soy tan hermoso ya lo ven, soy tan precioso yo lo sé”. Lalo, igual que Felipe IV de Francia, sabía que era hermoso y le quedó un apodo simpático, generoso.
Pero como no todo es miel sobre hojuelas, en el otro grupo de la Matías, donde estaban las niñas (porque cuando estudié la primaria había separación de sexos. Maestros daban clases a los niños y maestras enseñaban a las niñas), la maestra abrió el mismo libro de historia universal y dijo que la esposa de Felipe IV de Francia fue doña Juana I de Navarra, también llamada Juana la loca, porque, cuenta la historia, enloqueció por celar al marido, que pues, siendo El hermoso, tenía muchas doncellas que, igual que su esposa, “enloquecían” por él. ¿Pues qué creés? ¡Sí! En el salón había una niña que se llamaba Juanita. La maestra no acababa de narrar el hecho histórico cuando ya a Juanita le habían trabado el apodo de Juana, la loca. ¡No, ni te cuento! Como si fuese un típico caso de bullying, la mamá llegó a la dirección a quejarse del apodo impuesto a su hija. Pero sucedió un hecho singular, la mamá se calmó cuando supo que Juana la loca había sido reina; es decir, no era como nuestra famosa Luisa Loca, que era una mujer modesta, ¡no!, doña Juana era una noble francesa, así que la mamá de Juanita salió casi satisfecha de la dirección, caminando como si fuese la reina madre, como si fuera de sangre azul. Como la niña tampoco se sintió ofendida, el apodo dejó de brillar y nadie más le dijo así, porque ya no se molestaba, al contrario, casi exigía que los plebeyos la llamaran reina. Así que sus compañeras dejaron de molestarla y volvió a ser la Juanita de siempre, una Juanita ya no de sangre azul.
Se comprueba entonces la teoría de Cancino Casahonda: el apodo comiteco tiene nobleza. No me estás preguntando, pero a veces también me topo en las calles de Comitán con un compa que le dicen Luis XV. Siempre que lo saludo pienso que estoy en la Francia del siglo XVIII. El rey Luis XV fue llamado El Bien amado. Así lo miro a mi compa, paseando por las Tullerías, recibiendo los vítores de sus súbditos comitecos de la Pila y de la Pilita Seca. De acá colijo entonces que el apodo comiteco bambolea entre los motes llenos de nobleza y los apodos llenos de lodo, porque cómo podés entender que a alguien le digan El achigual, cuando todo mundo sabe que achigual significa alimento para los cuches. Este apodo sí está abandonado de la mano de Dios. Los compas más cercanos del Achigual, para atenuar el golpe, le comenzaron a decir El achi y como esta es una voz onomatopéyica del estornudo, se popularizó decirle Achí, achí, y de ahí se convirtió en El estornudo. Cuando lo conocí ya era más feliz. Claro, de Estornudo a Achigual, está mejor Estornudo.
Carmen Salinas, quien ahora es diputada federal (¡Peores cosas ya no se pueden ver!), es más conocida por el apodo del personaje que interpretó en cine: “La corcholata”. Roberto Cobo, gran actor del cine, también fue más conocido por el apodo de “El calambres”, que era el mote del personaje que interpretó en la gran película de Buñuel: “Los olvidados”. Hay muchos apodos que rebasan al nombre y se convierten como en una segunda piel. El Ventarrón y El Avión responden más a sus apodos que a sus propios nombres. Todos los del barrio así los reconocen, así los nombran.

Posdata: En la primaria, junto a Lalo, fui compañero de “El tacos”, así le decíamos porque su papá llegó de Michoacán y abrió la taquería “El Sahuayo”, que estaba frente al parque central. No recuerdo cómo se llamaba, siempre será El tacos. Ahora pienso que bien pudimos también decirle El Mayor, igual que a David Reynoso, porque como El tacos era mayor que nosotros siempre andaba en otras dimensiones. “¿Han visto la leche?”, nos preguntaba y nosotros, criaturas inocentes, decíamos que no. Lo acompañábamos a los sanitarios de la escuela y ahí él se sacaba su pene (enorme, porque ya tenía más de dieciséis años), se masturbaba y nos decía: “Esta es la leche”. Él era quien se encargaba de llevar revistas pornográficas y las hacía circular entre todos los niños vírgenes que, lo más que habíamos visto, apenas nos acercábamos al misterio del sexo a través de los generosos pechos cinematográficos de La Venada.