miércoles, 17 de mayo de 2017

COLOR NARANJA




¡Ah! ¿Qué haríamos sin los frutos? Sería muy difícil darnos a entender. ¿Qué haríamos sin la naranja? No sé qué haríamos.
¡Claro! Habrá que aclarar que no todos los frutos son necesarios, pero la naranja es el fruto más empleado, en nuestra lengua y en la lengua de otros mundos. Yo escucho que Pau, en las tardes más sencillas y claras, dice que el cielo se puso naranja y su carita también toma un color como de pulpa de mango.
Sí, no sé qué haríamos sin los frutos. ¿Cómo podría decirle a Mariana que sus mejillas tienen el suave color del durazno?
Como ya se dijo, no todos los frutos son útiles para nuestro lenguaje, pero el zapote ¡sí nos sirve! A Romeo, que fue un compañero de la primaria Matías de Córdova, le decíamos “Carota de zapote”, porque era negro, porque era como el betún de chocolate, pero en Comitán hubiese sido una falta de respeto decirle “Carota de betún” o “Carota de chocolate”. ¡No! En Comitán se antojaba decirle “Carota de zapote” y todo mundo gozaba ese mote.
¿Qué hubiera hecho Tablada sin la sandía? “¡Del verano, roja y fría carcajada, rebanada de sandía!”. Alicia era feliz cuando reía y yo le decía los versos de Tablada. Su carita se coloreteaba también, casi del mismo color de su sonrisa.
Yo no sé qué haríamos sin los frutos que nos han dado, además de su rico sabor y de su elemental aroma, el más fascinante color para pintar nuestro mundo.
Mi tía Alicia le encantaba usar blusas y vestidos color “melón”. Chayito, quien siempre fue la sobrina más traviesa, cuando la tía mencionaba el color de su blusa, decía la clásica adivinanza de “Entre melón y me lames (en Comitán decimos “me lambes”) hicieron un guiso…” Rodrigo (el más cabroncito de los sobrinos) completaba: “De huevo y chorizo, melón dio el huevo y me lames el chorizo”, y todos reíamos, hasta la tía, que le daba un manotazo afectuoso en la cabeza a Rodrigo.
Los frutos nos han acompañado toda la vida. La Biblia no lo consigna, pero el tío Abundio siempre ha contado que cuando Noé trepó a todos los animales al arca, para evitar su extinción, dejó fuera al capurtero (que, como todo mundo sabe, es ese animalito jodón que atacaba la planta de papaya). Y lo hizo así porque, entre los frutos del mundo, Noé prefería la papaya, porque era el color que imaginaba a la hora del mamey (Esto que contaba el tío Abundio no lo entendían los sobrinos más ingenuos, pero debió ser algo de doble sentido, porque la tía Romelia, su esposa, siempre le decía que no dijera groserías frente a los niños).
Como ya dije hay frutos que no son tan requeridos. Nadie hasta el momento ha dicho que pintará su casa de color kiwi, pero sí, en cambio, he escuchado a cada rato que muchas personas comentan que les gustaría que el cielo tuviera el color Fruta de la pasión.
Chayito siempre jugaba con el plátano (sin albur, por favor). “Vos tenés carota de plátano”, decía cuando miraba que el otro, de susto o de espanto, ponía su cara de color amarillo pálido. Siempre jugaba con el plátano, porque fue su fruto favorito. El tío Abundio decía que la Biblia no lo consignaba, pero que Eva no ofreció una manzana a Adán. ¡No! Eva, decía el tío, cortó un plátano, lo peló con el índice y el pulgar de la mano derecha, lo llevó a su boca, sacó la lengua y, como si fuese una serpiente, lo lamió: “¿Te gusta?”, preguntó. El tío decía que Adán no resistió.
Chayito jugaba con el plátano. Lo sacaba de la mochila, a mitad de la clase, y como si fuese la Eva que contaba el tío, lo pelaba, se lo llevaba a la boca, lo lengüeteaba y le decía al compañero que tenía más cerca: “¿Te gusta?”, cuando el sudoroso compañero, que se frotaba una y otra vez las palmas de las manos sobre el pantalón para secarse el sudor, balbuceaba un sí, ella le metía una tarascada al plátano que, la mayoría de veces, hacía que el compañero se llevara las manos a la entrepierna en afán de protección.
Ramón se enorgullecía al decir que sus calcetines eran verde bandera. Chayito, que estaba acostumbrada a usar los colores de frutos, decía que Ramón era un tonto. Decía que nadie decía, por ejemplo, que su camisa era blanco bandera. Chayito decía que su calzoncito era verde limón y, en la clase de química, mientras la maestra Ángela anotaba en el pizarrón la definición de Reacción química, ella se levantaba la falda. Su muslo derecho quedaba expuesto (muslo color mamey tierno) y enseñaba el color de su pantaleta. “¿Te gusta el verde limón?”, decía y se llevaba a la boca el último pedazo de plátano y lo lengüeteaba.
¿Qué haríamos sin los frutos? ¿Cómo mencionar los colores? ¿Qué haríamos sin la naranja? (Que, acá entre nos, a mí no me parece naranja la naranja sino amarilla.)