miércoles, 5 de julio de 2017

CARTA A MARIANA, CON SERENATA INCLUIDA





Querida Mariana: ¿Con qué comparás el sonido de la marimba? Esta fue la pregunta que Romeo le hizo a su nieto, un niño de escasos doce años.
Ah, pensamos todos los que ahí estábamos, qué iba a saber el nieto, si los niños de hoy sólo escuchan instrumentos electrónicos y ritmos alucinantes.
El sonido de la marimba es una liana muy débil que está a punto de romperse. Los niños ya no escuchan este instrumento, con la profusión que se oía en los años cincuenta.
Es muy difícil que ahora algún enamorado lleve una serenata con marimba. En Comitán las serenatas las ofrecen con mariachi. De pronto, los viejos nos confundimos. Sentimos que ya no estamos en nuestro pueblo sino en otra región del país, como si estuviésemos, por ejemplo, en Jalisco. Y esto es así, porque en las fiestas ya no se ofrece una copita de comiteco, sino un caballito con tequila. Esa bebida que fue orgullo del pueblo, el comiteco, también se consume como si fuera agua entre los dedos.
No nos hemos dado cuenta, pero el instrumento que dio identidad a esta región del país se escucha muy poco.
En estos tiempos, pocos comitecos amenizan sus festejos con marimba. Ahora es tan sencillo, y tan simple, contratar a un tecladista. Hace falta el contagio feliz. Los niños de antes crecían escuchando la marimba cada vez que había un guateque cerca de casa. De pronto, a las dos de la tarde se escuchaba el sonido de la marimba, porque en la casa de don Panchito celebraban el bautizo del pichito. La palomilla se reunía y se deslizaba por el zaguán de la casa, como meros chalequeros. Ahí, en medio del aroma de un tapiz de juncia, los marimberos tocaban la diana diana conchinchín y las mañanitas. Cuando la tarde avanzaba y las copas de comiteco habían hecho su prodigio de iluminar el espíritu festivo, nunca faltaba el bolo que, recargado en un pilar de madera adornado con festones, gritaba: “Cotz para los marimberos”.
En ese tiempo no se hacía la distinción que algún despistado, creyéndose muy docto, enseñó al señalar que los constructores de marimbas son los marimberos y los ejecutantes son los marimbistas. En realidad si uno investiga en el diccionario de la Real Academia encuentra que marimbero es un músico que toca la marimba; y marimbista es sinónimo. A mí me gusta usar la palabra marimbero, porque, insisto, el famoso grito estaba dedicado a ¡los marimberos! Nadie, en la alegría del festejo, trataba de invocar el nombre del constructor de la marimba, ¡no!, el grito estaba dedicado, con toda intención celebratoria, a los que la tocaban, a los que estaban ahí en un esquinero del patio y, como si fuesen titiriteros, movían sus manos para hacer mil figuras sonoras. ¡Ah, qué sabroso ritmo! Qué fragor de batalla donde los pies, como soldados, dejaban su posición de firmes y se ponían en descanso, moviéndose debajo de la mesa de uno a otro lado. “…a bailar la bala y la tienes que bailar, porque si tú no la bailas te la pueden disparar…”, interpretaba el cantante, con su chaleco negro, camisa negra y diente de oro. ¿Bailar la bala? Nadie ponía atención en esa letra absurda. Todo mundo se paraba a bailar a mitad del patio: Los hombres con la corbata deshecha y las mujeres, ya descalzas, con las zapatillas en las manos, sobre el tapete de juncia.
En Oaxaca impulsan proyectos donde decenas de niños constituyen bandas de música, la banda tradicional que los oaxaqueños emplean para sus festejos y para sus ceremonias más importantes.
En Chiapas hay intentos por darle transfusión a este instrumento que, desde siempre fue flaco, huesudo, pero que ahora acusa un rostro lívido.
Parodiando a Borges, quien decía que el libro es la extensión de la memoria, bien podemos decir que la marimba es la extensión del espíritu.
Los marimberos extienden sus manos que sostienen los bolillos y hacen bailar a éstos sobre la fina duela de madera. ¡Ah, pero qué sabroso es el conjuro que da vida a la madera inerte! Porque la marimba, igual que cualquier instrumento, precisa del corazón y de las manos precisas de los ejecutantes para transfundir vida.
Mi jefe, el maestro José Hugo Campos, siempre ha impulsado la enseñanza de la marimba, en el Colegio Mariano N. Ruiz. Él disfruta su existencia al ritmo de este maravilloso instrumento. Acá te anexo una fotografía donde aparece el grupo de marimba, de la secundaria del colegio. El maestro Roberto Abadía, ejecutante privilegiado, transmite su saber a este grupo de jóvenes que, sin olvidar los ritmos de su época, continúan la tradición. El maestro Hugo sabe que es en las manos de los jóvenes donde florecen los renuevos.
Posdata: Cada vez que estos artistas interpretan una melodía en marimba, los demás compañeros se contagian de luz. ¡Ahí está la siembra!