miércoles, 6 de septiembre de 2017

DE LIBROS DE AUTOAYUDA Y OTROS TEMAS




“Harto libro ha’sté de vender. ¡Harta paga ha’sté de ganar!”, eso me dijo Sebastián. No, dije. Vendo muy pocos. Entonces me pidió ver algunos libros míos. Y entré a mi casa y bajé varios ejemplares del librero y salí para enseñárselos. Estábamos sentados en la banqueta. Las personas pasaban casi sin vernos. Nosotros sí los veíamos, porque éramos como espectadores.
“¿De qué trata este su libro?”, preguntó Sebastián y yo le conté. “¡Ah!”, dijo. Luego preguntó por la trama del otro y del otro y del último. “¡Ah!”, dijo cada vez que yo ponía punto final a la síntesis.
“Por eso no vende’sté sus libros. Son muy complicados”, dijo y rio y mostró sus dos dientes de oro, en la parte superior de su boca.
Sebastián se paró, dijo que ya se le había hecho tarde, que todavía tenía que tomar un colectivo para llegar a su trabajo (es velador). Me dio la mano y se fue. Yo estuve a punto de ofrecerle los libros y decirle que se los regalaba, pero Sebastián no sabe leer y, por lo que había dicho, entendí que no le gustarían, había dicho que eran muy complicados.
Cuando entré a la casa pensé que debía dejar de escribir novelas breves y escribir libros de autoayuda, de esos cuyos autores venden millones de libros. El otro día fui al cine y vi una película cristiana basada en un libro del cual se han vendido más de catorce millones de ejemplares.
Una vez en Puebla, una señora me compró un libro porque conocía las Arenillas que publicaba en una página electrónica. Ella dijo que a su hija le gustaban dos autores: Paulo Coelho y yo. En ese momento no me sentí halagado. Me sentí más halagado cuando alguien dijo que mi obra estaba emparentada con la literatura de Vila-Matas. Pero luego pensé que si yo fuera un Paulo Coelhito vendería miles y miles de libros, así como él vende millones de ejemplares en todo el mundo.
¿Y si escribiera libros de autoayuda, del estilo de “¿Quién se ha llevado mi queso?”? Sin duda sería un éxito mi libro “¿Quién se ha llevado mi chinculgüaj?”.
Hay un libro que se llama “Sopa de pollo para el alma”. Yo podría escribir “Sopa de gallina de rancho para el chulel”. ¿Y si escribiera libros como los que escribe Carlos Cuauhtémoc Sánchez?, quien, según el google, es un destacado escritor, conferenciante y empresario mexicano; es decir, ¿por qué no escribo libros con mentalidad de empresario y escribo best sellers, cuya fórmula es escribir temas sencillos?
Don Cuauhtémoc escribió el libro “Un grito desesperado”, que pronto se convirtió en un éxito de ventas. Ya me veo escribiendo el libro “¡Cotz!, un grito emocionado” y ofreciendo conferencias en Argentina y en Costa Rica, a multitudes de padres de familia y adolescentes.
¿Hay un libro que se llama “El monje que vendió su Ferrari”? Por supuesto que sí. Los maestros de secundaria y bachillerato (universidad, incluso) lo dejan como tarea para sus alumnos. ¿Y si escribo “El cositía que vendió su mula”? Porque, la mera verdad, acá nunca he visto un Ferrari circulando por las calles de Comitán. Y qué bueno, porque un Ferrari quedaría como vocho sesentero después de circular por las calles llenas de baches.
Los autores de libros de autoayuda tienen la fórmula en las manos. Es una fórmula muy sencilla, casi más simple que la receta de las quesadillas que no lleva más que queso y tortilla. Los autores de esos libros reputados no hacen más que escribir párrafos donde motivan a darle importancia al ser más que al tener. Circula un libro muy vendido que se llama: “¡Cómo hacerse millonario en un dos por tres!”. El libro se ha vendido por millones; es decir, el autor sí logró ser millonario. Los pobres lectores no han logrado ser millonarios; al contrario, más pobres se hicieron al gastar su paga en comprar libros utópicos.
Ya me vi escribiendo el libro “¡Cómo convertirse en candidato en tres fáciles lecciones!”, con prólogo del político que, en Chiapas, tiene un millón de amigos.